Llego a la playa, después de una semana de trabajo, un fin de semana de septiembre. Ya no es temporada alta y busco un hueco en la arena suficientemente distante de otra gente,pero siempre tiene que haber un impresentable, una choni debarrio con toda su familia, niño incluido, que acaba poniendo su sombrilla pegada a la mia. Como si fuéramos amigos de toda la vida. Y eso no les parece bastante.., hay que molestar más... ponen una silla de playa y todos los cachivaches del niño en la sombra que hace mi sombrilla.
No importa que yo no deje de mirarles durante todo el proceso de invasión. Se creen los amos de la playa y el centro del universo. Todo el mundo es para ellos y es como si estuvieran solos en el mundo.
Al final, si quiero un poco de espacio a mi alrededor y no oir sus estúpidas conversaciones, no me queda de otra... soy yo la que tiene que recoger sus cosas, eso sí, sin evitar mover un poco de arena, y marcharme a otro lado. Esperando que por hoy no aparezcan mas chonis de barrio o de playa.
También podria hablar largo y tendido de esa gentuza que fuma en la playa. Me llega el tufillo del tabaco y me dan ganas de vomitar. Pero como estan al aire libre me tengo que aguantar, y encima se hacen las victimas porque se consideran perseguidos. Y no dejan de ser unos cerdos contaminando el aire con humos asquerosos y llenando la arena de colillas.
La cuhipandi está por aquí. En una zona de más glamour, por supuesto. Pero con la mañana que llevo hoy no tengo ganas de nada, ni de tomar un aperitivo con ellos. Al final soy yo la que me distancio.
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